domingo, 19 de junio de 2016

Efectos  de  la  educación  informal  de  los  medios  de  comunicación  de masas  en  la 
educación formal.


Efectos de la EI de los MCM sobre los contenidos de conocimiento.



Un primer efecto del poder socializador de la televisión es el de homogeneizar la

mentalidad  de los ciudadanos, la  labor uniformadora  de  las representaciones sociales
que proyecta sobre niños y adolescentes. Como el mensaje de los MCM no va destinado
a  un  individuo concreto  sino a  un público heterogéneo, fomenta  la  uniformidad  de
valores, modelos y pautas culturales estándar, que todos, de forma  gregaria, sigan las
mismas opiniones, tiendan  a  los mismos gustos, centros de  interés social  y
comportamientos. Y así, como señala perspicazmente  mientras la realidad
se complica, las mentes se simplifican. Si tenemos en cuenta que durante la época de la
infancia y adolescencia se desarrolla la capacidad reflexiva de la persona, el consumo
irreflexivo de televisión no parece resultar el medio más adecuado para fomentar dicha
capacidad.

Muchos profesores se quejan de que los niños no saben distinguir entre lo que es
bueno y lo que es malo, sencillamente porque nadie se lo ha  hecho ver, y lo que  han
visto no se corresponde con una presentación clara de lo correcto y lo incorrecto, sino
con visiones relativas de una realidad interpretable que el niño no sabe deslindar y que
se deja a los MCM su significado. No es que  la  televisión  no ofrezca programas informativos, culturales o de entretenimiento  interesantes y solventes, pero  estos no son del interés general de  los
televidentes (ninguno de estos programas figura entre los más vistos) y mucho menos lo
son entre la juventud, no suele ser ese el perfil de los programas seguidos por niños y
jóvenes. Los jóvenes buscan  en los programas televisivos la  máxima diversión, sin
importarles demasiado los contenidos de fondo y forma que se desarrollan en ellos. Algunos se escudan en la creencia de que las ideas que transmite la televisión no
les influye en el ámbito personal. Los resultados de mis estudios (citados anteriormente)
realizados sobre la influencia de la televisión como EI y en la creación de opinión dan
cuenta  de  que  cuanto mayor es la edad de  los encuestados y su  nivel cultural, estos
piensan que  hay menos valores positivos y más manipulación en la televisión de  hoy
día. Y, por el contrario, a menos edad y nivel cultural se opina que la televisión ofrece
más cultura y supone un órgano de libertad de expresión.

Efectos sobre la formación de opinión.

El lenguaje de  los MCM juega un rol fundamental en la transmisión de los
contenidos. A  través del lenguaje irradian sus mensajes y sus intereses, a  través del
vocabulario que utilizan, de las categorías conceptuales que establecen, de las relaciones
que  plantean y, como no, de  las ideologías y criterios de  valor que  presentan. Un
lenguaje que, por otro lado, no presenta ideas complejas sino un mensaje que ofrece al
público cosas fáciles de  entender. En el caso de la televisión, este  lenguaje tiene  una
gran fuerza expresiva, y se basa en imágenes en color, con música y una presentación de
la realidad con movimiento, “viva”. Mensajes que, por acumulación (capaz de crear y
mantener la importancia de un tema gracias a su poder de repetitividad), consonancia
(similitud de los mensajes emitidos) y omnipresencia (los mensajes de los MCM están
presentes en todo tipo de soportes, y también en la interacción de las personas) logran
una  gran capacidad  de  penetración e  influencia, sin dar  cabida  a  la  discrepancia
dialéctica porque,  más que favorecer  un  proceso  comunicativo, mantienen un sentido
unidireccional de la información, lo que significa una desproporción entre el número de
emisores (una  pequeña minoría  de  la sociedad) y  el de receptores (las masas, que  no
pueden responder y no responden directamente al emisor). Estos “laboratorios psicosociales”  incluyen o excluyen contenidos, procesan la información, la  disponen, la interpretan, deciden  orientaciones (definen  la  manera  en que se habla de un tema o de un grupo determinado) y otorgan valoraciones, y con ello predisponen el modo cómo los lectores­espectadores organizan sus ideas

La influencia de la televisión


A través de  los MCM los chicos aprenden  mucho y  desde  muy pequeños, aunque  con frecuencia  se  niegue o ignore  esa  influencia. Seguramente,  como dice , la televisión es el instrumento de socialización más poderoso que ha  existido a  lo largo de  la  historia  de  la  Humanidad,  y la  relación que  establecen los chicos con la televisión repercute, sin duda, sobre su  percepción del mundo, sobre  el  conocimiento y el comportamiento social y sobre  la  relación que  construyen con la  escuela, relaciones en las que  aparecen las “ideas previas”  obtenidas como  teleespectadores.  Claves de la capacidad de influencia de los MCM Los MCM intervienen en el conjunto de conocimientos que forman la realidad  social, y lo hacen con unos recursos y estrategias que, por su capacidad de impacto y  características de formato, son difícilmente igualables por la EF. La comparación de las condiciones de emisión y recepción del mensaje y de los métodos de transmisión entre  la EF escolar y la EI de la televisión pone en una situación deslucida a la escuela.  En primer  lugar, una  importante  razón por la  que  la  televisión  tiene  tanta  influencia  en los niños y niñas es su  gran similitud física  con los hechos reales que  representa, su metonimia, porque pueden ver con sus propios ojos lo que está pasando, y  esto  parece otorgar  a  los contenidos mediáticos un grueso barniz  de  credibilidad, logrando que muchos jóvenes se fíen más de las noticias a través de la televisión que de  los puntos de vista de sus padres y maestros. La EF exige regularidad, constancia y esfuerzo; la escuela ofrece su educación  en horarios rígidos; con contenidos seleccionados al margen del gusto de los receptores;  a  los que  les limita  la  libertad  de  desplazamiento  durante  el acto  educativo; con  mediadores no seleccionados por su personalidad y apariencia atractiva; con prácticas educativas que se  mantienen  tristemente  ancladas en demasiados corsés tradicionales que  hacen que,  en más ocasiones de las deseables, los hábitos, intereses, estilos y  aficiones de los alumnos quedan fuera de las paredes del aula. Frente  a  este  panorama,  la  incidencia  de  la  EI de  los MCM se  ve  reforzada  porque su recepción se suele hacer en ambientes cómodos, con libertad de movimientos para los espectadores­consumidores; mediante un lenguaje muy estudiado y elaborado  por expertos en comunicación que lo hacen muy accesible; produciendo mensajes que  se  maquillan con las galas del espectáculo y  que  “enganchan”  fuertemente  con la  personalidad  de  los jóvenes;  porque  los espectadores eligen la  temática que  quieren  contemplar  (si no, zapping) y el horario en que quieren  conectarse; con  mediadores (presentadores, actores y actrices, cantantes, tertulianos, etc.) que  resultan muy  agradables y preparados (personajes simpáticos y agradables, que si no son competentes –rentables­ no se  les contrata), y otras muchas veces personajes impresentables (“famoseo”) carentes de la más mínima solvencia intelectual y ética pero atractivos para  este  tipo de  audiencia.  Mediadores (unos y otros) con los que  se  establece  una  vinculación afectiva (que  potencia su  influencia  imitativa)  y que  obtienen­poseen un  prestigio social (lo que aumenta su credibilidad); con mensajes que se manifiestan bajo varios códigos simultáneos, con amplitud  de  medios y recursos tecnológicos (una  música  pegadiza, unas imágenes sugerentes), que  abordan temáticas divertidas, entretenidas, cercanas a los intereses (¿creados?) de la audiencia  y que les otorgan un  gran crédito  entre  el mundo infantil y juvenil. Con tan formidables recursos pedagógicos su capacidad de influencia es muy grande. Una clara conclusión: en todos los aspectos reseñados, los MCM, la televisión, aventajan a la EF
El consumo de televisión por parte de los niños y
 jóvenes

a) Cuándo y cuánto. Fijémonos en el caso de la televisión. En el consumo de 
MCM por los niños, la  televisión  ocupa el papel estrella.  “Un niño español está  de 
media más horas delante del televisor que en la escuela. Los menores entre 4 y 12 años
dedican 990 horas anuales a ver televisión, frente a las 960 que se destinan al colegio y 
los estudios, y en una franja horaria (entre las 21 a las 24 horas) en la que brillan por su 
ausencia los programas infantiles. Según datos de  GECA,
 entre  los diez programas favoritos de  los niños, siete 
empiezan más tarde  de  las 21.30  horas. La  consecuencia  es que, a  falta  de  otros
contenidos, los niños están abocados a consumir los mismos productos que los adultos. En esas circunstancias no resultan extrañas las opiniones que afirman que “lo que hace 
la  escuela  durante  el día  lo deshace la  televisión  durante  la  noche”

b) Cómo. Un estudio sobre  los comportamientos de  los niños de  Educación 
Primaria  en  el consumo de  la  televisión  realizado en el seno de  mi grupo de 
investigación, sobre  una muestra  de  350  alumnos de  6  centros escolares de  contextos
socioculturales diversos, nos revelan que  algo más del 55% de  los niños ven la 
televisión solos, y el resto acompañados de su familia.
Estas circunstancias de  uso en solitario de  la televisión  por parte  de  los niños
favorecen un  consumo poco satisfactorio  de  este medio, ya que  no se hace  de forma 
controlada y asesorada por los padres. Incluso cuando la  televisión la ven los niños
acompañados en familia,  eso no significa  una adecuación de  la  elección de  los
programas a los intereses educativos de los más jóvenes del hogar.

c) ¿Qué programas, qué contenidos?.En los MCM sus usuarios pueden aprender 
cosas de diferentes ámbitos de la vida social y cultural, ampliando las posibilidades de 
su experiencia inmediata: obtienen informaciones, aprenden comportamientos, valores, maneras de  entender  la realidad  y  las prácticas sociales, y  a  partir de  ahí a  veces se 
proyectan esos esquemas a situaciones cotidianas de su propia vida real. Pero con más
frecuencia  de  lo deseable  los aprendizajes derivados del consumo de  los MCM no 
resultan recomendables. Los efectos educativos deformadores que propalan los MCM se 
pueden producir en todos los ámbitos del conocimiento, pero si consideramos que los
referentes sociales son los que más fácilmente procesan y más temprano desarrollan los
niños, queda clara la trascendencia de esa influencia de los MCM en los aprendizajes
sociales de los jóvenes aprendices. Dado que no hay suficientes programas infantiles y los que hay los transmiten a 
horas en las que la mayoría de estos usuarios están en el colegio, en la televisión que 
ven los niños y jóvenes triunfan series de todo tipo y en las que sucede de todo: domina 
la paradoja y la ambigüedad; lo normal no tiene cabida porque no es “noticia”, no tiene
“morbo”, no consigue audiencia, de manera que la exhibición de lo excepcional se hace 
aceptar como “normal”, mientras que lo “normal”, lo que comúnmente vive la inmensa 
mayoría  de  las personas y familias, se  vuelve  excepcional porque  no se refleja  en la 
televisión. Moraleja: lo que no aparece en televisión no existe, y lo que aparece cobra 
valor de realidad precisamente porque sale en televisión. Muchas telenovelas y teleseries, reality shows, talk shows, programas de debate,
tertulias, series de dibujos animados, etc. propalan la mala educación, la frivolidad, el 
egoísmo, hedonismo, consumismo, falsos conceptos sentimentales y  sexuales, la 
rebeldía, el culto a  la  popularidad  a  la  presencia  física, el consumismo, el  amor al 
dinero, la  poca objetividad  de  la  información, la  insensibilidad  ante la  violencia, etc.,
como realidades “normales” de la modernidad y no como falsos valores. Un vértigo de 
veleidades que  actúa como disolvente de cualquier trascendencia  y que convierte a la 
persona  consumidora  de  tales productos televisivos en un ser  manipulado y 
desmantelado de cultura. Pocos padres querrían que sus hijos se parecieran a muchos
personajes de  las teleseries, pero estos programas cuentan con la  audiencia  juvenil y 
persiguen su “enganche”. César Coca  en un documentado artículo 
sobre  las estrategias de  los programas para  captar al público joven, sostiene  que  los
guionistas de las series de éxito introducen las tramas más infantiles en el primer tercio 
de cada episodio. También lo saben los anunciantes, y el primer corte publicitario de las
series que triunfan en las cadenas suele estar repleto de mensajes que van dirigidos a 
niños y adolescentes. Carme  Chacón  nos recuerda  que  un  niño 
consume  unas 1.400  horas de televisión al año, frente  a las 800  horas lectivas de  un 
curso escolar, y  señala  que  “ese  curso lectivo de  1400  horas”  está  compuesto de 
materias como la deseducación sexual o el machismo y la homofobia. 
Gustavo Bueno , a propósito de los contenidos televisivos, ha teorizado en 
tono provocador discriminando entre “telebasura fabricada” (aquella que tiene su origen 
en el mismo proceso de  producción  de  los contenidos televisivos) y “telebasura 
desvelada” (la que no está fabricada por la televisión, sino que ésta se limita reflejarla, a 
“ponerla en escena”). La basura muchas veces está en el que ve la televisión y no en el 
propio medio, viene a defender este autor. Parece una sentencia bíblica, pero, en última 
instancia, lo que se ofrece es basura. Lo cierto es que  el consumo de televisión en la 
actualidad se ve asociado a basura, manipulación y ausencia de valores formativos ética 
y socialmente  convenientes. Desde  la  televisión  tal cuestión se  justifica­disculpa  y 
simplifica cuando se dice que la audiencia es la que manda y la televisión basura tiene
que obedecer a esta demanda por razones de simple supervivencia. La televisión tiene 
que  ajustarse  a  lo que  le pide  la  audiencia,  y así el fenómeno se retroalimenta. Para 
nuestro análisis lo enfatizable  es el hecho  de  que  la  bazofia  está  ahí, en muchos
programas de televisión, y que los teleespectadores infantiles y juveniles la consumen y 
la absorben.
“Es cierto que la televisión ha democratizado considerablemente la divulgación 
del  saber, pero  también  ha contribuido  a trivializar muchos debates creando 
estereotipos, estimulando  la afición  a determinados temas y cultivando  una cierta
sensibilidad  que,  a menudo,  raya con  lo  morboso, cayendo  en  la demagogia de  la
audiencia, esa tendencia consiste  en darle al  público  lo  que, supuestamente,  este 
demanda” . Los potenciales efectos negativos se derivan de las verdades a medias (mentiras
al fin y al cabo), noticias filtradas, fabulaciones o “globos sonda”, falsedades declaradas
pero bien dichas, opiniones sin contrastar (ahora todo el mundo opina de todo), palabras
que se dicen por decir (hay que llenar el tiempo de radio y televisión) y  “personajes” 
que pasan a ser modelo para muchos.
“Los periodistas mentimos: como todo el mundo. Primero, porque la verdad es
inasible, y los dogmas se saben falsos; segundo,  porque nos dan las mentiras
hechas, nos las infiltran, machacan y tenemos poca defensa. La información ya
no es nuestra” . Con tal y tanta información, tan continua  y tan cambiante, nos quedamos sin saber lo que pasa, la verdad se oculta y triunfa la apariencia. Tenemos más información pero no 
más comunicación, y, además, la que tenemos no es fiable .
Los  medios  de  comunicación  de  masas,  prominentes  generadores  y  difusores  de 
educación informal.

Aunque  de  una  forma  más inconsciente  que  consciente,  más implícita  que 
explícita, los medios son siempre educativos en la medida en que influyen sobre lo que 
los niños y jóvenes aprenden y sobre la manera en que lo hacen. Por diversos motivos
(modificación del papel  que  desempeña  la  familia  y disminución de  su  influencia; 
incapacidad  de  la  EF (educacion formal) para  aceptar  y adoptar  las posibilidades de  los MCM ( medios de comunicacion) en  los
currículos; prodigalidad en la exposición de los sujetos a los MCM y a su influjo, etc.)
los MCM van progresivamente cubriendo funciones que anteriormente desempeñaba la 
institución familiar y supliendo otras que ha venido desempeñando la EF, al punto que 
para algunos, los medios funcionan como los verdaderos pedagogos de nuestro tiempo

Los medios de comunicación se han convertido en el corazón de la vida política  y cultural, componiendo  la  imagen de  la (su) realidad  que  van  a transmitir y, ante  la  dificultad, en  muchos casos, de  verificar las informaciones, sus receptores van  integrándola como propia. De este modo, los CM influyen en la mentalidad de los niños y jóvenes actuales, en su forma de atender y de captar la realidad, en su actitud ante el  conocimiento, en su modo de concebir el mundo e interactuar con su entorno social. Esa  capacidad  de influencia  se  ampara en que estos sujetos se  enfrentan con  esos conocimientos en una  edad  biológica y madurativa  en la  que  están  construyendo sus esquemas cognitivos para interpretar la realidad, lo que determina que todo lo que ven, oyen y leen a través de los centros de diversión y consumo, la televisión, la prensa, la  música  y las nuevas tecnologías corre  el riesgo de  convertirse  en un poderoso  instrumento de  manipulación y alienación social. “La  televisión ha  sustituido a  la  realidad  creando otra  nueva.  Ha  creado comunidades visuales… Trivializa  objetos negativos:  figuras del mal, violencia,  horror, catástrofe, accidentes que  introducen lo  real en estado bruto. La  nueva religión  de  la sociedad postmoderna  es la  televisión”. 

¿ Que son los medios de comunicación ?

Con el término medio de comunicación se hace una gran referencia al instrumento o forma de contenido por el cual se realiza el proceso comunicacional o de comunicación. Usualmente se utiliza el término para hacer referencia a los medios de comunicación masivos (MCM, medios de comunicación de masas o mass media); sin embargo, otros medios de comunicación, como el teléfono, no son masivos sino interpersonales